jueves, 19 de noviembre de 2015

Una maravillosa experiencia





Un domingo por la mañana decidimos adoptarla.

Habíamos sopesado varias veces, los pros y los contras hasta que la decisión fue unánime. Aprovechamos que mi hija estaba de campamento y quisimos darle la sorpresa. Regalarle  un perrito, algo que llevaba pidiéndonos a cada dos por tres, desde que era pequeña.

                Yo era reacia a tal capricho. Cuando era niña, murió un primo mío con cinco años de un quiste hidatídico, aunque ellos no tenían perro, pero  aquello me marcó de tal forma, que tenía hacia estos animales cierto rechazo y cuando se acercaba alguno a mí, me retiraba enseguida de su lado
.
Parece mentira cómo puedes cambiar de opinión. Por los hijos te prestas a todo y nunca me arrepentí  de la decisión que  tomé.

Aquella mañana, mientras desayunábamos mi marido y yo, maduramos  la idea que llevábamos gestando desde hacía días, y por fin nos decidimos. Nos fuimos al rastro en busca de una mascota que nos gustara, no hacía falta que tuviera pedigrí, queríamos un perrito pequeño.

Al llegar a la calle de los pájaros preguntamos donde podíamos conseguir un perro. Un joven que nos oyó nos llevó hasta su furgoneta, la abrió y  nuestra sorpresa fue impresionante al ver ante nosotros una camada de cachorros a cuál más bonito. Dos meses tenían, no sabíamos cual elegir, la verdad es que todos eran preciosos .Pero sí teníamos claro que queríamos una hembra. Elegimos al azar y creo que elegimos bien.

La perrita era un encanto. Tenía el morrito oscuro, las orejas grandes como un gremly  y una mirada en sus ojos que parecía decir “necesito alguien que me quiera”, y decidimos darle todo nuestro cariño.

                Parece que estoy viendo la cara de felicidad de mi hija cuando al llegar del campamento, vio a su pequeña mascota. Nos abrazó a su padre y a mí dándonos las gracias y rápidamente  cogió a su perrita diciéndole “eres preciosa, Lassie”. Desde ese momento Lassie pasó a formar parte de la familia. Era muy juguetona, como todos los cachorrillos, y lista, aprendió enseguida a controlar sus esfínteres y nunca  se hizo nada en casa.

Lassie, era una perrita cariñosísima con nosotros, pero con las personas que no conocía era más bien arisca. Tenía una cosa muy peculiar, y es que cada vez que tenía el celo, dos meses después, su cuerpo reaccionaba como si hubiera parido. Se le llenaban las tetitas de leche y agarraba todo lo que tenía a su alcance: zapatillas, algún muñeco de mi hija, cualquier objeto que ella fuera capaz de coger con la boca, y se lo llevaba a su cama, lo  abrazaba  y lo amamantaba como si de cachorros se tratara. Resultaba enternecedor verla  en ese estado, estaba claro que quería ser madre.

Decidimos cruzarla por ver cumplido su deseo. Una mañana que la saqué a pasear, me crucé con una señora que también paseaba a su perrito. Los dos animalitos se miraron, y fue una atracción mutua  la que sintieron. Comenzaron a jugar coqueteando y saltando y no había manera de separarlos para irnos a casa. Estaba claro que había surgido el flechazo, mi perrita había encontrado a su Romeo.

Estuvimos hablando las dos amas acerca de nuestras mascotas, y comentamos lo felices que se les veía juntos, y decidimos  cruzarles. Eran de la misma raza y tamaño, mestizos los dos.  El perro tenía el pelo un poco más rubio que Lassie. Hacían una pareja perfecta. Nos dimos los teléfonos, para quedar cuando Lassie tuviera el celo, y  así lo hicimos.

                Cuando llegó el momento, quedamos en el parque donde se habían conocido y cuando se vieron corrieron el uno hacia el otro haciéndose un sinfín de arrumacos, hasta que tuvieron su feliz encuentro, del cual Lassie quedó preñada.

A los dos meses la preñez de Lassie llegó a su fin. Yo estaba muy asustada porque el veterinario nos había dicho que los cachorros estaban mal colocados y que al ser tan pequeña tendría dificultad para parir con lo cual seguramente habría que hacerle la cesárea y con todo y eso la cosa estaba complicada. Me sentí culpable  por haberla cruzado y me acosté aquella noche muy preocupada por lo que pudiera pasarle a mi perrita.

Eran las tres de la mañana y no me podía dormir. Lassie dormía al lado de nuestra cama desde que se había quedado preñada. Le habíamos preparado una especie de cuna con una caja de cartón grande para el momento del parto. La sentí inquieta y me levanté para ver que le pasaba. Estaba en posición como para defecar,  la acaricié para que se tranquilizara y sin un quejido parió a su primer cachorro. ¡Qué experiencia  tan maravillosa! Llamamos inmediatamente a mi hija para que contemplara  con nosotros el milagro de la vida.

Nos sentamos los tres en la cama contemplando emocionados  cómo venían al mundo cachorro tras cachorro, mientras su madre, sin ningún quejido, los limpiaba con gran amor y ternura. Estuvo toda la noche de parto. Parió seis precisos cachorritos de los cuales uno murió. Al último tuvo que ayudarle mi hija a cortar el cordón umbilical. Estaba extenuada la pobrecita y no tenía fuerzas.

Al día siguiente mi casa fue un trasiego de visitantes para recrearse en el feliz  acontecimiento. La imagen de Lassie amamantando a sus cachorros, inspiraba tanta ternura  que cuando la miraba las lágrimas acudían a mis ojos  sin pretenderlo.

Lassie hizo realidad su sueño, y para mi, verla parir fue ¡una experiencia maravillosa!

LUNA

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