En distancia me alejé de los míos por
estar a tu lado, dejé todo aquello que
representó mi vida por seguirte.
Confiaba ciegamente en tus promesas,
junto a ti desperté al amor.
Recuerdo aquel inolvidable y cálido atardecer, como al tímido
sol que fue testigo de nuestro juramento de amor. Pero algo que no soy capaz de
entender me llevó al mayor desconcierto, a la mayor desesperación. No se por qué,
sí cuando sucedió.
Fue un siete de febrero, amaneció el
día cubierto de un manto blanco, era una estampa preciosa, como sacada de un cuento,
durante unos minutos permanecí junto a
la ventana observando esa cortina de copos blancos cayendo con total libertad;
tan blancos, que deslumbraban; me sentía feliz, hacía mucho tiempo que no había visto una
nevada tan espectacular, sólo de niña las recuerdo; ella me llevó a mí lejana y a la vez cercana infancia.
En aquellos momentos no podía sospechar
que ese día marcaría mi vida para siempre.
Durante el desayuno te pedí que
utilizaras el transporte publico, que sería más prudente dado el estado de las
carreteras , me respondiste que mejor
irías en el coche y a ser posible regresarías antes, que tratarías de
terminar lo antes posible las entrevistas pendientes, que llevarías cuidado. Te
despediste con un beso como siempre al marchar a tu trabajo.
Esperaba tu llegada con impaciencia ya
que continuó nevando durante todo el día aunque con menor intensidad.
Las horas transcurrían con lentitud y
el día se me hizo eterno esperándote; por fin, llego la hora de tú regreso,
pero la impaciencia comenzaba a hacer mella en mí debido a tu retraso, intenté
tranquilizarme pensando que el tráfico sería el motivo de que no llegaras dado
como estaba el tiempo, habían anunciado en los medios de información, que la
circulación se desarrollaba con dificultad, debido también algún que otro accidente,
aunque afortunadamente por el momento sin daños personales que lamentar.
Al ver como transcurrían las horas
sin noticias, mi preocupación fue aumentando, acudí a aquellos teléfonos donde
pudieran darme información de algún grave accidente, no obtuve resultado, tu
nombre no constaba entre ellos.
Esa noche y muchas más las pasé en
blanco, esperando, suplicando, pero nunca más volví a saber de ti, quedé sumida
en el más profundo dolor.
A veces deseé tener un lugar donde
poder ponerte flores, al menos sabría donde estás y así poder creer que tu amor
no fue una mentira.
Desde entonces sólo me ayuda a vivir la esperanza de volver a saber de ti, y me puedas explicar que ocurrió.
Tengo vivo el día en que acordamos disponer de nuestro propio
espacio, de sincerarnos siempre “sin secretos.”
¡Éramos tan felices!, así lo creía yo,
conversábamos y reíamos por cualquier cosa por simple que pareciera; no acierto
a pensar que pudo suceder por más que lo intento.
Nunca tuvimos grandes diferencias, por
eso no puedo entender que te alejaras de mi vida sin una explicación.
Vivo con tus recuerdos los momentos más hermosos, también la más profunda
tristeza causada por tu ausencia.
Deseo escapar de este vacío que me ahoga,
sólo en sueños puedo ser feliz cuando tú estas en ellos, pero el despertar
¡señor es tan amargo! Me atormento cuando pienso ¿Por qué?
voleta
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