El
perfil increíble de una deportista, capaz de la mayor superación en cualquiera
de sus muchas facetas: Como ser humano para superar su minusvalía de una forma
tan espectacular, como mujer para ser esposa y madre feliz, como deportista por
el esfuerzo arrollador de su coraje para conseguir sus medallas en los Paralímpicos
de Londres. Es, sin duda, una de las mejores noticias que nos ha deparado a los
españoles este año 2012, horribilis.
Se llama Teresa Perales y en los juegos paralímpicos
de Londres ganó seis medallas: un oro, tres platas y dos bronces. A los 19 años
quedó parapléjica. Probó suerte en la piscina y hoy es la discapacitada con más
medallas de la historia: 22.
Teresa
surge como una figura menuda, sentada en su silla de ruedas. Al acercarse a
ella, uno no puede evitar posar sus ojos en la enorme sonrisa, un imán ante
cualquier mirada, el polo magnético de su rostro. El optimismo y la vitalidad
de esta mujer son contagiosos dicen quienes la conocen. Alza la barbilla para
dar dos besos. Está aragonesa tiene los ojos grandes y almendrados como el
cuerpo de un pez sin cola. Bajo la camisa floreada se intuye un tronco robusto
y una espalda bien armada, en contraste con las piernas delgadísimas e
inmóviles calzadas con unas bailarinas.
Perales
tiene 36 años y ha conseguido en Londres las mismas medallas que Phelps, por
eso las comparaciones con el nadador estadounidense y el revuelo mediático y el
jaleo en la calle. No hace ni una semana que ha vuelto a Zaragoza y va de una a
otra emisora, la llaman de todas las agencias, pero algunas las atenderá y
otras las dejara pasar, dice. Unos la piden, ven a Cerler, y ella se mira la
mano que se lesionó cuando fue a la nieve y niega con la cabeza, ella necesita
las manos para mover la silla. Las seis medallas de Londres las lleva guardadas
en un bolsillo con cremallera a la espalda de la silla. Pesan 400 gramos cada una y
quiere enseñárselas a su entrenador.
La acompañan hasta el coche. Ella abre su
coche especial y de un salto, impulsada por sus brazos, se sube, se asienta y
desde allí desacopla la silla de ruedas y la coloca a los pies del otro asiento,
otro esfuerzo, doce kilos de silla subidos en otro impulso y pone en marcha su
coche, camino de la piscina donde suele entrenar seis horas diarias con Ángel
Santamaría que la espera. Ahora descansará hasta octubre.
Teresa
en Londres: “He hecho lo de siempre: ir, ganar y volverme”. Y dicho así, con
una sonrisa de oreja a oreja, no suena en absoluto a chulería sino a simple
constatación. Porque allí ella no se ha
dado cuenta de la gran repercusión. Lo único que quería era su oro. Con este,
ya tiene 6 oros. Sentados junto a la
silla de Mariano o Nano, de dos años y medio, a quien esta mañana por primer
día llevó su madre al Liceo Moliere (bilingüe). El crío, con sus rizos castaños
y su mirada despierta ha visto desde las gradas londinenses competir a su
madre, siempre acompañado de su padre Mariano Menor, con quien Perales se casó
en 2005.
Ha
sido muy duro, antes de la salida en la piscina, la nadadora notaba los brazos
duros, la quemaban, estaba agotadísima. El seleccionador la ayuda a colocarse
en el poyete, quedando colgada en un extremo de la calle. Pistoletazo. Con el
mismo impulso que salta de la silla al asiento del coche, se lanza al agua de
cabeza, las piernas maleables como la cola de una sirena y comienza a nadar a
crol lanzando los brazos como un torbellino y respirando lo justo porque cada
vez que respira se le hunden las piernas. A los 50 metros ya iba en cabeza. “Me
iba animando sola. Gané más con la cabeza que con el cuerpo”.
Perales
tiene la gran ventaja en su cabeza. La fuerza arrolladora de su cerebro (en su
primer campeonato de España sentía “un caballo salvaje e indomable” en mi
interior). Compite en la 5, salvo en braza que es la 4. Lo relevante de estos
test es que en ellos no influye tanto la minusvalía del deportista como su
capacidad de moverse en el agua. Ella tiene movilidad hasta un poco debajo de
la pelvis y control de los esfínteres, es decir regula sus necesidades, pero
las piernas no la sostienen.
Santamaría
dice “hay dos clases de disminuidos. Los que dicen: no puedo. Y los que dicen
¿Porqué no voy a poder? Ella es así, su mentalidad es un poquitín superior a
los demás. No es sólo en la natación. La mayor sorpresa de mi vida, dice
Santamaría, fue verla casarse ¡de pie! Y luego, cuando acabó los juegos de
Pekín dijo: quiero tener un hijo. Y cuando ves como lo educa… Porque el niño no
se la puede escapar y él lo intenta. Pero ella dice Nano, no. Y ahí se queda.
Teresa
perales no nació parapléjica. De adolescente llegó en Karate a cinturón
azul-marrón. A la piscina la tenía miedo y se metía en el agua con chaleco
salvavidas. Cuenta que en su primer año de universidad contrajo tuberculosis,
pero “solo fue un proceso de un cúmulo de desafortunadas coincidencias que
motivaron que ahora esté en silla de ruedas”. La última salida a la calle
“usando sus piernas” fue para celebrar la victoria del Zaragoza en la final de
la recopa frente al Arsenal, tenía 19 años. Aquello no fue nada dice ella, comparado con
la muerte por leucemia de su padre. Se fue en 11 meses, cuando ella tenía 15
años. Desde entonces siente que debe vivir por los dos y eso la da fuerzas.
El
primer día de piscina se metió con chaleco salvavidas y ahora no sabe dónde
está el límite. Al año siguiente se apuntó a cursos y Ramiro Duce, el primer
entrenador del equipo paralímpico, se acercó al borde de la piscina y le dijo:
¿quieres entrar en el equipo? Al verano siguiente ganó las primeras medallas en
campeonatos de España. En 1998 lo consiguió en Nueva Zelanda. En 2000, en los
paralímpicos de Sidney, 4 medallas de bronce 1 de plata. Poco después comenzó a
entrenar con Santamaría que la mira en el gimnasio diciendo “estas hecha un
blandiblu”. Y ella comenta: “Él ha sacado de mí lo que soy ahora”.
Mientras
come cuenta que su hijo nació de cesárea por que no quiso arriesgar, y un
relato impresionante de su boda se va desgranando. “Había mirado varios
vestidos y cuando me decidí por el mío, tenía un poco de cola. Miré la silla y
me dije ¡tendré que ir de pie!” Así que tuvo que prepararse con dos armazones
que sujetan las piernas, con una pieza muelle entre medias “no es cómodo y te
haces daño”. Pero acudió a la Basílica del Pilar en
silla de ruedas y de pronto, ante la mirada expectante de los presentes, se
puso en pie y agarró el brazo de su hermano David. Se oyó un ¡OH! Y todo el
mundo lloraba a moco tendido y caminó hasta el altar.
De forma paralela a los éxitos deportivos,
Perales logró diplomarse en Fisioterapia. Después el Partido Aragonés la
ofreció sus listas a las Cortes de Aragón en 2003, hasta el 2007 tuvo varios
cargos, en 2011 otro cargo simbólico, ella dice que entró con mucha ilusión,
pero la experiencia la ha dejado una sensación agridulce. Santamaría es más
tajante: “Dejó la política desesperada. Cansada de ser una mujer florero.
Salimos de comer y pregunta si habrá cuarto de baño en la planta ¡si lo hay! En
más de una ocasión ha subido o bajado “a culo” al servicio como un acto de
reivindicación”.
¿Es o no es una gran mujer? Para mí desde
luego sí.
Resumen libre de Quirón