Se movían sus pies cuando oía los
primeros compases de esa melodía y de muchas otras pues si había algo que la
gustaba muchísimo era la música e improvisar un baile, sus piernas, caderas,
hombros y cabeza se inclinaban según sentía la música.
Todo en la vida es canción, melodía,
música, ritmo.
Su madre tarareaba muy bien, le
cuentan que creció en un ambiente tranquilo y relajado, pues la música amansa a
las fieras, así que cuando su padre llegaba muy tarde a casa y bastante bebido
su madre pasaba el mal rato susurrando la melodía en el cabecero de su cuna.
Más adelante, en el cole, se
aprendía cantando las poesías, las tablas de multiplicar, los ríos y cuando
salían a jugar al patio saltaban a la comba y a la rayuela siempre cantando
canciones infantiles.
En las fiestas del pueblo lo más
llamativo por la noche era el baile, al principio cuando estaban los padres
tocaban pasodobles y bailes aprobados por los más mayores, pero de madrugada,
cuando solo quedaban en la plaza los adolescentes, la orquesta tocaba temas
desenfadados e incluso baladas lentas en las que conocer a los chicos del
pueblo y canciones que te invitaban a ser más atrevida.
Conoció a su marido junto a los
tonos de una canción muy popular y que con el paso de los años harían como
suya, era su melodía, su canción, su momento, ella la ponía muchas veces para
disfrutar de su compañía.
Ahora no quedaba nada de todo
aquello, ni padres, ni marido, ni pueblo, tumbada en la cama del hospital, casi
sin poder moverse, los dedos de los pies le parecía que se movían al ritmo de
una música celestial imaginaria.
Clave de Sol
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