Tenía multitud de cajitas y envases de maquillaje de varios
colores, incluso dorado, a veces lo utilizaba.
Sabía maquillarse muy bien, desde pequeño había visto a su
padre y a su madre utilizar los pinceles con absoluta maestría.
Necesitaba alrededor de una hora para estar listo, pues debía
empezar protegiendo el cuello de la camisa con varios pañuelos de papel para no
ensuciarla, después debía preparar su piel, echaba crema hidratante para que el
maquillaje no lo irritara, la dejaba secar un rato, a veces se miraba en el espejo
haciéndose preguntas y otras veces que estaba más animado aprovechaba
ese rato y se ponía los zapatos. Cuando
ya se había secado la crema, utilizaba el maquillaje blanco, se embadurnaba
toda la cara de blanco, seguidamente utilizaba el color negro para resaltar las
cejas y con el pincel las hacía más anchas incluso con un ligero toque hacia
arriba. Se pintaba los ojos oscuros y alguna vez se dibujaba en la mejilla una
lágrima, hoy no la tenía que dibujar, le salían solas, malditas lagrimas,
estaban arruinando su precioso maquillaje, no podía dejar de llorar. Por último
pintaba sus labios de color rojo intenso y se dibujaba una boca sonriente, como
si estuviera contento, ¡¡que gran mentira!!. Por último se ponía un sombrero
con una flor.
Así llevaba más de veinte años, estaba muy cansado y muy
solo, ahí mismo decidió que hoy sería el último día. Tuvo que salir cuando
le anunció el jefe de pista:
-
Con
ustedes el gran, el único, el inimitable, amigo de los niños, nuestro querido
payaso Dodó.
-
Clave de Sol
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