Esa noche
Violeta no durmió bien; se levantó de peor humor que de costumbre y ni siquiera
el ronroneo de Aisa, su gatita, la hizo cambiar de gesto.
Después de
un frugal desayuno marchó a su trabajo, el portero amablemente como todos los
días la saludó y ella secamente también como casi todos los días le respondió.
Ya en el
aparcamiento se dirigió hacia su coche poniendo este en marcha. Nada, el motor
de arranque no funcionaba, fue en busca del vigilante con la esperanza de que
pudiera solucionarle el problema, cosa que no sucedió.
Llamó al
seguro para que se hiciera cargo del vehículo, y con peor humor del que se
había levantado, salió a la calle en busca de un taxi.
Ya camino
del trabajo volvió a sufrir otro contratiempo a causa de un accidente,
afortunadamente sin victimas, pero se vieron obligados a apagar los motores en
espera de que la grúa retirara el vehículo accidentado.
Una hora más tarde quedó restablecido el
tráfico, cuando Violeta entró en el despacho, su secretaria la miró y se dijo:
“me temo que hoy va a ser un mal día, apostaría por ello”. Y es que su jefa
tenía un carácter un tanto desabrido habitualmente y esa mañana era más
notorio.
Nadie sabia
nada respecto a su vida privada ya que
era poco comunicativa y reservada. No se relacionaba con jefes de otros
departamentos como es lo habitual, y su rostro no mostraba nunca rasgos de
mucha alegría.
Con esa actitud
no resulta fácil conseguir amigos, y lo que no podían entender era que consiguiera mantener los
clientes e incluso añadir alguno más a su cartera.
La que
permanecía siempre a su lado era su mascota. A su llegada a casa, no se separaba
de su lado, y por las noches también la hacía compañía durante el sueño, “no se
puede ser más fiel.”
Una mañana
se levantó cantando, siendo ella la primera sorprendida.
Aisa, como de costumbre se le acercó maullando
cariñosamente, Violeta se agachó junto a
ella y acariciando su cabeza le decía: “He tenido un sueño muy curioso, en el, yo era una joven alegre y extrovertida. Gozaba
de un grupo de encantadores amigos y cuando había algún desacuerdo era yo quien
encontraba la forma de solucionarlo.
Trabajaba en
una empresa en la que reinaba un fantástico ambiente laboral y en parte se debía
a que la jefa empleaba la autoridad y también la humanidad de manera
equilibrada.
Y a la hora
del almuerzo, bajaba a la cafetería y era agradable encontrarme con otros compañeros,
y durante el almuerzo bromeábamos y comentábamos la película del día anterior, también
la recomendación de algún libro o
cualquier otra cosa. ¡Qué grato me resultaba trabajar allí y que feliz me
sentía!
Al llegar a
ese punto, Violeta hizo una pausa, la
paciente minina no se había movido durante su relato. La miraba sorprendida
como pensando “¿qué le pasará hoy a mi ama?; nunca me había dedicado tanta
atención, y ella como adivinando sus
pensamientos, le sonrió.
Ese sueño le
había llevado a reflexionar sobre su actitud, ella misma se había aislado, no
podía culpar a nadie de ello, su gesto distante y frío impedía la
proximidad de sus compañeros.
Voleta
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