No sé
cómo has nacido coronavirus, como te has desarrollado y llegado hasta nosotros,
sólo sé del dolor y el llanto que estas causando a nuestro alrededor.
Has
sembrado el silencio. Nos has condenado al encierro en nuestras casas.
Las
calles envueltas en sombras y silencio, roto por los trinos del canto de los
pájaros que sienten que la primavera ha llegado, sin hacer ruido
uniéndose al silencio que nos rodea.
Los
arbustos de los jardines se han llenado de pequeñas florecillas, ofreciéndose a
los ojos que las puedan ver.
En
los árboles de parques y jardines han empezado sus ramas a verdear y no
tardando mucho serán las hojas que vestirán sus desnudos brazos.
No
hay niños jugando en la calle ni en los parques infantiles. No hay viejos
tomando el sol al resguardo en los bancos de las plazas. Tampoco hay saludos en
la calle como sucedía en un tiempo que ahora se nos antoja lejano y que ahora añoramos.
Nuestros
hogares se han convertido en trincheras ante tu envestida, luchamos para que no
entres en ellos y no siempre lo hemos conseguido.
No sé
cuándo terminará esta pesadilla en la que has convertido nuestra existencia y
de quienes nos rodean, sólo sé que cuando esto pase, si es que pasa, nos
parecerá despertar de un mal sueño cuyas heridas quedaran clavadas en todos
nosotros.
I R I S
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