Me iré
cuando tú vengas, le dice la primavera al verano que se aproxima mientras mira
a su alrededor.
Durante
el tiempo que había durado su reinado
había contribuido a vestir de verde los campos. También había visto
crecer las semillas de la siembra y entre ellas florecer las amapolas y
margaritas. Los árboles frutales cubrirse de flores para después convertirse en
fruto. Los pájaros hacer los nidos donde depositarían los huevecillos de donde
saldrían los nuevos polluelos. Las
especies que durante el invierno habían invernado salían de su letargo para
comenzar un nuevo ciclo.
La
primavera iba recogiendo los instrumentos que había utilizado y los fue
guardando con cuidado en un saco sin fondo de donde los sacaría cuando llegara
de nuevo su tiempo.
Antes de
partir miró de nuevo los campos. Los trigales habían cambiado el ver con el
dorado lo que indicaba que pronto estarían maduras las espigas y comenzar la
siega para recoger el trigo. Los sarmientos de los viñedos se habían cubierto
de verdes hojas para dar cobijo a los nuevos racimos de uvas. También los árboles frutales ofreciendo ya sus frutos.
Durante su recorrido no dejaba de escuchar el cántico de los pájaros al
abandonar el nido para emprender el vuelo.
Cuando
el verano llegó para tomar el relevo, la primavera le entregó el legado que le
había entregado el invierno y deslizando su manto sobre las
flores amarillas de las florecidas retamas se alejó dejando tras de sí una
estela que marcaría de nuevo su regreso.
I R I S
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