sábado, 1 de junio de 2019

Europa, una política que no haga daño





Si se caen las casas y se caen los poemas, estamos perdidos. Y también si
se cae Europa, un incordio para las fuerzas rampantes de la descivilización.
En las elecciones europeas, hasta ahora, ha habido más abstención que en
ninguna otra. En  general, en todos los países de la desunida Unión.
Pues debería ser al revés. Las que convocasen a más gente. Por un simple
cálculo de las estructuras. Para que no se nos caiga la casa.
Pera que no nos las tiren. Porque hay toda una trama para destartalarla.
Es verdad que la actual Unión es muy imperfecta. A veces da náuseas.
Cuando el Parlamento, desposeído de poder real, parece una entidad
desplazada a la Heliopausa. Cuando quién determina la política social, lo que
de verdad puede cohesionar a Europa es un eje financiero que funcionara a
la manera de Mark Twain a los bancos: te prestan paraguas en verano
y te los quitan si llueve a cantaros.
Cuando la conjunción de los lobbies del “nuevo” liberalismo y las élites
del “viejo” estatismo deciden a sus anchas e ignoran a la ciudadanía.
Cuando en los discursos se halaga a la sociedad civil, pero tocan a rebato
Si esa sociedad se activa y lucha contra la sustracción de derechos.
La Unión Europea es muy imperfecta, pero, con todo, es un incordio.
Molesta la Unión. Y mucho más molesta la posibilidad de más unión.
Que se consolide una ciudadanía europea. Quienes quieren desmantelarla,
desde fuera y desde dentro, saben que la identidad de la Unión responde a una
morriña, a una añoranza del porvenir: no hacerse más daño.
Después te tantas guerras, después de tantos incendios humanos,
 había que construir una casa común. Y  para esa tarea era imprescindible
el cálculo de estructuras. Es la base de la arquitectura y también de la poesía.
Para que no se caigan las casas, para que no se caigan los poemas. Eso quien
lo explica de maravilla es el gran Joan Margarit  catedrático.
 Si se caen las casas Y se caen los poemas, estamos perdidos.
Y también si se cae Europa. Hay mucha gente desencantada con la política,
Tal vez porque tenía de ella una visión providencial.
Yo no estoy desencantada, ni encantada, porque no espero milagros.
Me parece suficiente milagro una política que no haga daño.
Aunque imperfecta que no cause desperfectos.
 Que no penalice la libertad, que no normalice la injusticia, que frene la
guerra contra la naturaleza.
Una política que no se nos caiga encima.


Quirón  

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