Si se
caen las casas y se caen los poemas, estamos perdidos. Y también si
se cae
Europa, un incordio para las fuerzas rampantes de la descivilización.
En las
elecciones europeas, hasta ahora, ha habido más abstención que en
ninguna
otra. En general, en todos los países de
la desunida Unión.
Pues
debería ser al revés. Las que convocasen a más gente. Por un simple
cálculo
de las estructuras. Para que no se nos caiga la casa.
Pera
que no nos las tiren. Porque hay toda una trama para destartalarla.
Es
verdad que la actual Unión es muy imperfecta. A veces da náuseas.
Cuando
el Parlamento, desposeído de poder real, parece una entidad
desplazada
a la Heliopausa. Cuando
quién determina la política social, lo que
de
verdad puede cohesionar a Europa es un eje financiero que funcionara a
la
manera de Mark Twain a los bancos: te prestan paraguas en verano
y te
los quitan si llueve a cantaros.
Cuando
la conjunción de los lobbies del
“nuevo” liberalismo y las élites
del
“viejo” estatismo deciden a sus anchas e ignoran a la ciudadanía.
Cuando
en los discursos se halaga a la sociedad civil, pero tocan a rebato
Si esa
sociedad se activa y lucha contra la sustracción de derechos.
La Unión Europea es
muy imperfecta, pero, con todo, es un incordio.
Molesta
la Unión. Y
mucho más molesta la posibilidad de más unión.
Que se
consolide una ciudadanía europea. Quienes quieren desmantelarla,
desde
fuera y desde dentro, saben que la identidad de la Unión responde a una
morriña,
a una añoranza del porvenir: no hacerse más daño.
Después
te tantas guerras, después de tantos incendios humanos,
había que construir una casa común. Y para esa tarea era imprescindible
el
cálculo de estructuras. Es la base de la arquitectura y también de la poesía.
Para
que no se caigan las casas, para que no se caigan los poemas. Eso quien
lo
explica de maravilla es el gran Joan Margarit
catedrático.
Si se caen las casas Y se caen los poemas,
estamos perdidos.
Y
también si se cae Europa. Hay mucha gente desencantada con la política,
Tal
vez porque tenía de ella una visión providencial.
Yo no
estoy desencantada, ni encantada, porque no espero milagros.
Me
parece suficiente milagro una política que no haga daño.
Aunque
imperfecta que no cause desperfectos.
Que no penalice la libertad, que no normalice
la injusticia, que frene la
guerra
contra la naturaleza.
Una
política que no se nos caiga encima.
Quirón