sábado, 21 de enero de 2017

Un país de hechiceras





La revolución de Sherezade es un laborioso proceso contra la estupidez,
agravada por el “histerismo masculino” que ha dominado
en el poder político, religioso y cultural.
Marcelino M. Pelayo despachaba así a Emilia Pardo Bazán:
“Literata fea con peligro de volverse librepensadora”.
Fueron incapaces de ver que era la mejor.
El machismo, esa mezcla de grosería y miedo, les cegaba. Y ahora Dº Marcelino,
la cultura en España es un cultivo de hechiceras, heterodoxas y librepensadoras.
Donde no están, todo parece un “maldito sitio triste” con una pantalla
donde ver el fútbol, las moscas y  los toros.

Para evitar el estrago de la neodepredación, en Europa
se lanzó la idea defensiva de la “excepción cultural”.
Algunos Gobiernos desarrollaron políticas activas para
evitar el desahucio de la cultura de los espacios públicos.
Se trató el libro, el teatro, el cine, la música o la danza como bienes necesarios.
Aquí los gobiernos echaron una mano a la cultura, una mano al cuello.
Nuestra “excepción cultural” han sido y son las mujeres.
Son ellas las que están frenando la derrota de la cultura.
¿Frente a quién? Frente al imperio del vacío. El poder de la nada.
¡Qué suerte don Marcelino, un país de hechiceras! ¡Macanudo!         
 Quirón


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