La
revolución de Sherezade es un laborioso proceso contra la estupidez,
agravada
por el “histerismo masculino” que ha dominado
en el
poder político, religioso y cultural.
Marcelino
M. Pelayo despachaba así a Emilia Pardo Bazán:
“Literata
fea con peligro de volverse librepensadora”.
Fueron
incapaces de ver que era la mejor.
El machismo,
esa mezcla de grosería y miedo, les cegaba. Y ahora Dº Marcelino,
la
cultura en España es un cultivo de hechiceras, heterodoxas y librepensadoras.
Donde no
están, todo parece un “maldito sitio triste” con una pantalla
donde
ver el fútbol, las moscas y los toros.
Para
evitar el estrago de la neodepredación, en Europa
se lanzó
la idea defensiva de la “excepción cultural”.
Algunos
Gobiernos desarrollaron políticas activas para
evitar
el desahucio de la cultura de los espacios públicos.
Se trató
el libro, el teatro, el cine, la música o la danza como bienes necesarios.
Aquí los
gobiernos echaron una mano a la cultura, una mano al cuello.
Nuestra
“excepción cultural” han sido y son las mujeres.
Son
ellas las que están frenando la derrota de la cultura.
¿Frente
a quién? Frente al imperio del vacío. El poder de la nada.
¡Qué
suerte don Marcelino, un país de hechiceras! ¡Macanudo!
Quirón
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