La
tarde se pone roja en el poniente,
el sol
se oculta más temprano,
las
hojas se desprenden de los árboles,
y los
días ya se quedan más mermados.
Ya en
los riscos aparece un manto blanco,
los
arroyos ya comienzan a sangrar,
la
arboleda se desprende de sus hojas,
y las
ramas se han quedado a invernar.
El
otoño es misterioso,
en el
campo se reducen las labores,
y en
las urbes continúan los quehaceres,
unos
miran hacia el sol, otros miran los relojes.
En los
años cuando niño, yo recuerdo,
que
las noches eran largas para todo,
junto
al fuego de la lumbre se charlaba,
y
contaban mil historias entre todos.
Los
mayores comentaban las faenas
de los
campos y labores de las tierras,
recordando
que también en primavera,
madrugaban
para hacer las sementeras.
El
otoño sigue siendo otoño,
y los
días aminoran porque sí,
y es
que todo está creado y se repite,
y no
vale molestarse ni sufrir.
Trotamundos
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