Aunque no sé a
que dirección dirigir este escrito, tenía que sacar dentro de mí todas estas
sensaciones, emociones y añoranzas que me produces. Desde el primer minuto que
te alejaste de mí, te he echado de menos. No me di cuenta de que te ibas
marchando poco a poco, y que nuestra relación ya no tenía esa intensidad y esa
complicidad, que nos ha acompañado durante toda nuestra relación. Te he buscado
empujado por la necesidad de volver a tener todas esas experiencias que, juntos,
hemos conseguido vivir. Es inútil. Pregunto por aquí y por allá, y nadie sabe
darme la más mínima pista de por donde puedes andar.
He
recapacitado y he indagado dentro de mí para llegar a comprender la razón por
la que te he perdido. Quizá pueda ser que he apostado fuerte por ti, y que
podríamos realizar todos nuestros sueños juntos. Siempre he tenido una venda,
que no me permitía ver los defectos de la humanidad, a la cual pertenezco, y
que todo lo que me propusiera lo podría realizar teniéndote a mi lado. Te he
exigido demasiado y mi exigencia te ha ido apartando de mi.
Si la fortuna
me tocara y fuera capaz de encontrarte de nuevo, y darte razones suficientes
para que volvieras, cambiaría. Aunque mi relación contigo siempre se ha basado
más en los impulsos de mi corazón que en escuchar las voces de la razón, que
actuaban de escudo para evitar salir malherido y magullado de mis actos
impulsivos, siempre he tenido una fe ciega en ti. Esa fe no la he perdido, pero
te prometo que pondré en una balanza impulsos y razones y tendré la voluntad de
discernir hasta qué punto son realidad o quimera los proyectos de futuro.
Deseo y anhelo
poder compartir el resto de mi vida contigo, y que, desde la serenidad, podamos
hacer realidad muchos proyectos. Vuelve pronto, mi querida Ilusión.
Rabo de lagartija
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