martes, 4 de febrero de 2014

Mi familia

          

             Hoy tarda en llegar papá Luis a cenar y a mí no me han dado la ración de alpiste y mijo. Cada día tarda un poco más y me muero de hambre. Mamá Lola, hasta que no le pone la cena a papá, no me la da a mí. Eso si no empiezan a quererse de esa forma tan rara que tienen los humanos. A voces y subiendo y bajando con fuerza las manos para acariciar al otro. Al bebé Plácido también le quieren así a veces y llora mucho. Será de contento y feliz. Papá trae mucha sed y no para de llenar el vaso con el agua oscura de la botella. Bebé chupetea el pecho de su madre. Esto parece que le gusta porque siempre se ríe y acaba durmiéndose. Apagan la luz y todos a dormir. Los oigo hablar mientras duermen y deben estar quedándose sordos por lo alto que tienen que decirse las cosas.

         Ya se vislumbra la primera luz del día y comienzo  mis ejercicios matutinos saltando del palo al suelo y trepando por los barrotes de mi casa. Limpio con mi pico cuidadosamente mi plumaje azul y blanco, bebo un sorbito de agua, y libero el peso de los restos de la última comida. Antes de que den la luz ya se están dando los buenos días papá y mamá. Cómo se quieren. Qué gritos, qué ruido de golpes. Si yo tuviera pareja, me conformaría con arrimar mi pico al suyo y canturrearle mis alegrías. La felicidad no debe tener límites. No sé por qué no pueden traerme una pareja. Aunque más vale que no, porque me llaman Manolo y no se dan cuenta que soy una periquita. Bebé pide su desayuno con un cántico que altera mis oídos. Lo llaman berrear. Debe ser un sonido moderno.

         Mamá se levanta, coge a bebé con un brazo y lo arrima a su pecho. Con la otra mano sujeta una especie de palito que echa humo y que chupa de vez en cuando. A la vez, prepara una especie de sopa a la que echa leche y calienta en una caja cuadrada a la que se enciende una luz por dentro y pita cuando se para. Papá se sienta a la mesa con mal humor. Debe haber dormido mal, pobre. Se come las sopas, se termina de vestir y se marcha. Se ha olvidado de despedirse de mamá y bebé. No les ha hecho caricias. Debe tener mucha prisa. Mamá cambia el traje de bebé, lo deposita en un cestito y le habla, como si le diera instrucciones. Luego se marcha. Nos quedamos solos bebé y yo. Hago mis ejercicios de canto cuando oigo que bebé también empieza con su cántico moderno.

         La luz del día ha cambiado de lugar cuando aparece mamá cargada de bolsas. Se habrá acordado de comprar mi comida. Bebé no para de llamarla. Por fin lo coge en brazos y lo vuelve a poner en su pecho. Y a mí cuando me toca comer. Todavía quedan algunos granos en el comedero y satisfago mi necesidad. Alguien ha venido a vernos. No es papá es otro señor. Saluda de distinta manera a mamá. La abraza y la tumba en el sofá. También gritan pero de distinta manera y se mueven mucho. Ya se levantan. Nunca entenderé los comportamientos de los humanos. No siguen las mismas normas con unos que con otros. Otro señor da unos papelitos a mamá y se va. Mamá come sola. Mido mi casa de lado a lado una y otra vez. Picoteo la piedra que me han puesto entre dos barrotes. Bebo agua, vacío mi estómago, parloteo, canturreo, aseo mis alas y la cola, me rasco la cabeza con los barrotes. Nadie me hace caso. Papá ha regresado.

         Se deben estar contando lo que les ha ocurrido durante el día, porque no paran de gritar y acariciarse. Algo le pasa a mamá. Se ha caído al suelo y no se levanta. Papá se marcha corriendo. No le ha dicho nada a bebé que debe estar muy contento por lo alto que canta. La luz del día se marcha y mamá no se levanta para traerme mi comida. Bebé debe saberse muchas canciones porque no para. Mamá calla. Como está oscuro, cierro mis ojitos y me dispongo a dormir. Alguien ha encendido la luz. Papá debe de venir con unos amigos, vestidos todos iguales  de azul y con gorras. Señalan a mamá. Se agachan a su lado y la tocan. Se van unos pocos con papá y llegan otros vestidos de blanco. No sé que hacen por toda la casa. Pío con ganas para que alguno me vea y eche alpiste en el comedero. No me hacen ni caso. Un azul coge a bebé y se va con él. Le llevarán con papá para que le acaricie. Llegan otros hombres de gris, con una bolsa grande con la que envuelven a mamá. La meten en una caja grande. Estará cansada y se habrá dormido. También se la llevan. Deben estar todos juntos. Se van los grises. También los blancos. Empiezan a marcharse los azules. Pío lo más alto que puedo. Eh, yo también quiero ir con papá, mamá y bebé. Deben estar pasándoselo muy bien todos juntos. El último azul parece que me ha oído. Coge la jaula con una mano y con la otra apaga la luz. Por fin me van a llevar con mi familia y me van a dar de comer.


Rabo de lagartija

No hay comentarios:

Publicar un comentario