jueves, 27 de febrero de 2014

Desde la ventana




Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, bajo la óptica del varón.

Abarca (1404-1893) y llenan dos particularidades comunes a la mayoría de estas mujeres, que podrían ayudar como punto de partida para el examen de su labor: 1)- que casi todas fueron autodidactas y 2)- que la satisfacción de leer tuvieron que procurársela a hurtadillas como un lujo casi pecaminoso, si tenemos en cuenta que para las mujeres todo lo que no fuera devoción  o enseñanzas domésticas era nocivo y peligroso.

 Hasta llegar al padre Feijoo, primer paladín bienintencionado del sexo femenino.

Pedro Melan, coetáneo de Teresa de Jesús,- dice- que en otros libros solo “desenvolturas y bachillerías” pueden aprender.

Teresa de Jesús, fue una de las escritoras  más renovadora de la lengua castellana. Declara- el deleite que le producían los libros de caballería. Tanta era su afición que dejo escrito, “era tan en extremo  lo que en esto me embebía que sin tener libro, me parecía no tener contento-.

Emilia Pardo Bazán, escribió, cierta bisabuela mía tuvo que aprender a escribir sola, copiando las letras de un libro impreso.

María de Zoyas y Sotomayor, precursora de la novela psicológica en sus “novelas amorosas y ejemplares” llamadas el “Decamerón español”,  que alcanzaron tantas ediciones como las obras de Quevedo, o Cervantes.

Protesta María veladamente, contra las dificultades que los hombres ponían a su instrucción y- decía- Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, por libros almohadillas.

Si en lugar de almohadillas y bastidores nos dierais libros y preceptores fuéramos tan aptas para los puestos como los hombres. De ella, “el porvenir engomado”.

Se deduce de lo escrito por Serrano Sanz, que hasta bien entrado el s XIX las escritoras españolas lo fueron a pulso y casi por milagro, por lo que no es extraño que se sintieran como intrusas, y que su estilo denotase una cierta cortedad o indecisión, (como una necesidad de  justificarse por haber metido la hoz en mies ajena). Se aprecia que la trayectoria de sus vidas personales suele ser irrelevante y añadía, si se deja aparte a Teresa de Jesús, que en todo fue extraordinaria.

Mateo Alemán _ describe  según él, la exaltación reprimida de las doncellas casaderas,” las ventaneras” a las que trata de livianas-dice el tal Alemán, “oyen una canción referida a cualquier belleza y siendo feas como topos, se creen Venus y se encienden como teas, lo cual es desastroso para la virtud y el recato. No pongan la doncella, ni la viuda, su blanco en la libertad. (Vaya pavo el tal Mateo).

Sor Juana Inés de la cruz, escribía: hombres necios que acusáis /  a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis…

Tres siglos más tarde, seguían teniéndoselas que ingeniar para instruirse. Concepción Arenal, se atrevió, disfrazada de hombre, a frecuentar las aulas universitarias. A  finales s XIX decía- la mujer tiene ya personalidad, tiene abierto el camino de los sentimientos y cerrados todos los de la inteligencia. En sí no halla recursos para combatir la pasión, que es la única forma en que concibe la vida, y solo la concibe así porque en las novelas escritas por los hombres, solo se las enseñaba a concebirlas así  en pleno s XIX, que es la época pasional por excelencia.

 Concepción Arenal, para romper esos modelos, eligió el camino heroico de la reflexión y el estudio. Analiza el tedio femenino como una enfermedad del entendimiento que no acomete más que a las ociosas. La causa, estaba en el desconocimiento de la mujer real, en la marginación a la que la condenan los modelos literarios: “queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis”. Dice lo mismo que Sor Juana Inés de la cruz, que era clarividente.

Estaban deseosas de identificarse con esas heroínas, y aborrecían las paredes de sus casas, incomprendidas, con anhelos sin cauce. “el infinito malestar”.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, titula “mi mal” ateniéndose a los modelos propuestas por los románticos. (Flaco favor les hicieron a las mujeres de carne y hueso, con sus escritos sobre ellas).

Más de la mitad de las novelas del s XIX, no dan otra opción al tedio femenino que el adulterio del cual tenemos cantidad de ejemplos: Madam Bobary de Flaubert, Ana Ozores de Clarín, o Ana Karenina de Tolstoi… crearon copias de la vida real porque las mujeres no se resignaban al ocio.

En siglos anteriores los moralistas, s XVI al XVIII, ya notaban con inquietud que las mujeres encerradas se aburrían y se agriaban, pero ellos lo achacaban a la debilidad y no a la condición de victimas en un mundo de hombres.

Fray Luis de León -decía- son pusilánimes las mujeres de su cosecha, poco inclinadas a las cosas de valor, si no las alimentan a ellas. Cuando son maltratadas, y tenidas en poco, pierden el ánimo  y se les caen las alas del corazón.

Fray Antonio de Guevara, en “epístolas familiares”-decía- guardaos de ser liviana, vana, y ventanera, habladora y chacarera, porque con las damas de esta estofa, huelganse los hombres en paveo de hablar y casar. (Pero  bien que las buscaban fuera de casa, así).

Pedro de Luxón, .decía- nadie se casaba sino con la hija del vecino, sabía si era ventanera, salidera  o desperdiciada.

La Dorotea de Cervantes-decía-era tal el encerramiento, que solo los criados podían ver que iba a misa tan de mañana, tan acompañada de madre y otras criadas, tan tapada, cubierta y recatada que apenas mis ojos veían donde ponía los pies.

 Así las cosas, la ventana era un elemento peligroso de transgresión para los conspicuos varones. Suponían  que si una mujer se asomaba a la ventana, era sólo como reclamo al hombre, para exhibir su imagen y encandilar al varón. Su mente no les daba más de sí. No podía ser para tomar el aire o para ver lo que había fuera.

La diferencia está en el enfoque, la ventana como punto de partida.

Rosalía de Castro, desde su ventana de Padrón, soñaba, viajaba y desde allí convertía en palabras aquella marea de emociones que se desbordaban en su pecho a la vista del paisaje. El afán de apresar el instante furtivo, de la niñez ventanera. A punto de morir y hablando del corazón escribe pese a todos los combates. Fue corazón de niña y de mujer a la vez.

“La forma de dejar impresas las  emociones, de describir desde la cárcel del amor, surge tarada por el pudor a hablar de los propios sentimientos que los carceleros les han venido inyectando desde tiempo inmemorial, junto al menosprecio hacía sus capacidades intelectuales”.


Quirón     

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