- ¡Merche, cariño. He pasado por el centro de mayores y me
ha dicho el secretario que quedan dos plazas vacantes para el viaje a Canarias
dentro de quince días! ¡No me he querido apuntar hasta hablarlo contigo! ¿Qué
te parece? ¡Nos podemos apuntar!
- Ni lo
sueñes. No podemos.
- Pero, si no
tenemos médicos ni compromisos. Además, por el precio que cuesta, sale casi
como lo que nos gastamos en comer en casa. Y tú no tienes que hacer comidas, ni
camas, ni fregar.
- Para,
Manolo. Ha llamado tu hija que han cerrado la empresa donde trabaja tu yerno y
han despedido a todos sin indemnización.
- Bueno. En lo
que se movilizan y ponen una demanda contra la empresa, pasará algún tiempo.
Mientras, podíamos hacer el viaje y, luego ya veremos.
- ¡Qué poco
piensas en los problemas! ¡Sólo piensas en tu propia satisfacción! Lo primero
que va a hacer tu hija es borrar a tus nietos mayores del comedor del colegio y
traérnoslos a casa para que coman aquí. Y al pequeño, sacarlo de la guardería
de pago, con lo que en muchos momentos nos lo dejará para poder moverse en
busca de cualquier trabajo que pueda realizar. Fregando escaleras, atendiendo a
personas mayores. ¡Lo que encuentre, si es que encuentra algo!
- Hombre. A Ernesto
le darán el paro, al menos por un par de años. Mientras tanto tiene tiempo de
buscar algo.
- Manolo.
Piensa un poco con cabeza. Tienen una hipoteca por pagar. Con el paro, que va
menguando cada pocos meses y las pocas oportunidades de trabajo que hay hoy con
la crisis, el problema va para largo. ¿Cómo van a atender los gastos de tus
nietos, la hipoteca, la letra del coche, la luz, el gas, el..?
- Vale, vale.
Tendremos que apretarnos un poco el cinturón. Al menos podremos darlos cuidados
y comida en nuestra casa. Con eso podrán
afrontar los meses malos que se avecinan.
- ¿Ya has
solucionado el problema? ¡Qué descanso y tranquilidad me das Manolo! En cuanto
dejen de pagar pocos meses la hipoteca, el banco se les echa encima y los ponen
de patitas en la calle.
- Bueno.
Aunque no es muy grande nuestra casa, todavía nos podremos apañar viviendo
todos en ella durante un tiempo.
- ¡Qué bien.
Que poca memoria tienes! ¿No te acuerdas cuando compraron el piso los chicos,
que tuvimos que ir a la notaría nosotros? Piensa, piensa. ¿Por qué firmamos en
la escritura del piso?... ¡Porque avalamos a los chicos y, si no pagan ellos,
nos harán pagar a nosotros y podrán quitarnos también nuestro piso si no
alcanza a pagar la deuda con el suyo! No pensamos entonces que esta situación
podría llegar a pasar. Pero ha pasado. Nos tenemos que olvidar de la buena vida
que llevábamos como jubilados y retomar otra vez la de padres y abuelos, con
todos los problemas que surjan. Despídete de viajecitos y de la pastelería y de
gastar con alegría la paga que, para nosotros solos nos bastaba para una buena
calidad de vida.
- Entonces,
¿para qué hemos estado todos estos años trabajando como negros, sin poder
disfrutar de unas vacaciones, volcados en darle lo mejor a nuestros hijos para
que el día de mañana pudieran independizarse y valerse por sí solos, para que
cuando llegase la jubilación no dependieran de nosotros?
- Manolo. Te
has jubilado del trabajo, pero de ser padre y abuelo, nunca podrás dejar de
serlo. Para la bueno y para lo malo, el día que decidimos engendrar a nuestros
hijos, creamos un vínculo de por vida con ellos. Nadie ni nada nos pudo decir
lo que el destino nos depararía con nuestra decisión. Y es lo que hay. Así que,
ponte las pilas y afrontemos lo que nos viene encima.
- ¿Qué vida
nos espera? No se si tendré fuerzas para superar este cambio. ¡No quiero
cambiar. No quiero cambiar, No quiero…!
- ¡Manolo, Manolo. Despierta que estás dando
voces. Nos hemos dormido. Vamos a llegar tarde al autocar para irnos a
Canarias!
¡Manolo! ¿Por qué me miras así y
sonríes?
Rabo de lagartija
Me siento reflejado en este relato. ¡Que no nos toquen las pensiones!
ResponderEliminar"Un jubilado"