martes, 31 de octubre de 2017

Un otoño tórrido





         El cambio climático es un hecho constatado. Llevamos varios años donde el invierno se suaviza y el verano se alarga. Este año ha sido especialmente cálido y largo el agobio de calor, especialmente en la zona Nordeste de España.

         El extremo que las altas temperaturas han alcanzado este otoño, ha sido nefasto para la población. A algunos, la calentura les ha hecho imaginar quimeras inalcanzables. A otros el agobio les ha tenido encerrado en sus casas.

         El clímax de la más alta temperatura se produjo el primero de octubre. Las autoridades declararon el día de las tapas para que la gente saliera de sus casas y se acercara a los distintos y numerosos locales donde degustar de sabrosos discursos amenizados por las canciones de Lluis Llach. También tomaron parte diversas charangas y bandas uniformadas que interpretaron distintas melodías. Un día inolvidable.

         Los que no participaron ese día de la fiesta organizaron en días posteriores un festival de canciones de Manolo Escobar que corearon multitudes por las diversas calles de la ciudad, bajo un tórrido calor. Todos los participantes de ambos festejos tenían en común un objetivo. Saciar su sed. Beber de las fuentes que les aliviaran de sus inquietudes y les procuraran esa sensación de fresca felicidad, aunque su duración fuera efímera.

         Lo que con más ansia deseaban es que llegaran las nubes que descargaran sensatez y cordura y un aire que refrescara la solidaridad y la hermandad de todos los ciudadanos. Que limpiara las calles de inciertos futuros y el campo diera buenos frutos de convivencia pacífica llena de pluralidad de ideas que se compartieran entre todos.

         Todos esperan con ansia el solsticio de invierno que ponga fin a rencillas, dimes y diretes y tú más. Uno puede sentir el arraigo de su tierra, de su país, de su continente, de su planeta y de todo el universo. Porque eso es lo que somos, gentes universales.

         Bendita lluvia.



Rabo de lagartija

La flor y la fuente





         Encontré una flor tan bella
         en la rendija una piedra,
         que la estaba protegiendo
         la verde mata de hiedra.

         Allá en la fuente del roble
         el agua me sabe a gloria,
         su frescura cristalina
         quedará para la historia.

         El agua de vueltallana
         cuantas penas ha quitado,
         igual han sido personas
         que también por el ganado.

         Cuantas fuentes de renombre
         con el agua cristalina,
         que son la vida del hombre
         y no hay cosa más divina.

         Si no conoces la sierra
         esto no es cuento ni broma,
         aunque parezca ideal,
         son la vida y son las fuentes
         de que goza El Arenal.


Trotamundos

Las voces de una tradición





El equipo navazos conoce en profundidad el marco y selecciona

sus tesoros y los ofrece en su serie la bota.

Salvaje y penetrante es mordiente y tiene carácter.

Tierra albariza y salinidad concentrada.

Sol y levaduras, yodo y aceitunas.

Arranca Macharnudo alto al galope furioso

pero al poco para y se recrea en el trote.

Algo le calma y llama su atención, un susurro;

cientos de voces que trabajaron en ese mítico Pago.

A Macharnudo parecen querer transmitirle su historia.

Y él atiende, escucha y transmite.

El olor de la tierra caliza y del azadón en las manos,

el sabor de la polvareda.

El suelo tapizado de paja seca. Calor.

Pocos evocan con tanta fuerza su espacio cultural;

madera vieja, velo en flor, alcohol reposado.

Los cajones de la panadería y la masa del pan

que fermenta y crece en silencio, lentamente.

Una ventan a abierta al fresco, oscuridad y humedad,

y un golpe de aire que lo transmite todo.

En la copa la esencia del marco.

Un viejo como este da todo sin advertir,

primero de forma indómita, luego con ritmo y pausas,

su espíritu y su buqué penetran hasta el tuétano.

La vida y la muerte pueden ser así.


Quirón

domingo, 29 de octubre de 2017

¡Qué calor!





       Hoy es un día cualquiera en mi vida. No tiene nada de especial, uno más, y sin embrago, algo me hace reaccionar;: El calor.

      Todos mis intentos de actividad física o al aire libre se truncan. Sólo escuchas en las noticias que no salgas a la calle en horas de pleno sol, que te hidrates, que no hagas esfuerzos innecesarios, que no hagas nada. Hay que hacer caso a la gente con sabiduría y conocimiento.

Tengo las persianas bajadas, la casa en penumbra y me he rodeado de la pereza, la galbana, el aburrimiento y otros cuantos sustantivos más.  Orino a oscuras, leo a media luz, me duelen las yemas de los dedos de trajinar con el móvil y el ordenador, Sólo pienso en beber, en comer, en dormir y.. en nada más. ¡Qué calor! La nevera bien servida de agua, refrescos, fruta del tiempo y helados.

Reconozco que dos o tres días de tanto relax, vienen bien, pero más, es tedioso. En el invierno te arropas, te abrigas, pones la calefacción, pero ahora, ¿qué más te puedes quitar? Andas por casa con la mínima decencia, duermes en la sauna del dormitorio, dejas las tareas para otro día y las noticias te informan que aún no ha llegado el verano.

Dicen que el calor del sol da vida a las especies de la Tierra. Las lagartijas están como los turistas nórdicos, con hambre de sol. Igual que el que está cavando una zanja en medio de la calle. Hay que beber mucho líquido, y hay quien cumple a rajatabla la orden, y atropella a los pobres ciclistas.

A los políticos no hay quien los crea. Nos dicen que bebamos agua y, por otro lado, que no la gastemos, porque los pantanos están al mínimo. ¿Y ellos, qué beben, champán francés mientras cobran una comisión por aquí y otra por allá?

Cuando se acaba el calor, estamos contentos: la vuelta al trabajo, al colegio, a los días fríos y cortos, a la rutina bendita.

¡Qué país!


Rabo de lagartija

Cuando habla la mirada




                    Nos cruzamos esa mañana
                junto al parque de las flores,
                su cara de rosa, helada,
                y aquellos tirabuzones
                de su melena colgaban,
          provocando sensaciones.

          Se cruzaron las miradas
          en tan sólo unos segundos,
          pero el corazón saltaba,
          como queriendo escapar,
          y la cabeza pensaba,
          que no la dejes marchar.

                Yo andaba para adelante,
                y mis pasos para atrás,
                y al volverme me di cuenta
                de que le pasaba igual.

                Y… pudo más la cabeza
                porque se dejó arrastrar,
                porque ante tanta belleza,
                te tienes que arrodillar,
                y parándome ante ella,
                tiritando empecé a hablar.

                Mis palabras no sonaban,
                mi boca estaba reseca,
                y por fin le dije ¡hola!,
                con mi lengua de manteca.

                Me contestó ¡buenos días!,
                con sus labios tiritando,
                y yo le dije ¡bonita,
                lo más bonito del año,
                que en esta calle la pisa!

                ¡Pues no será para tanto!,
                ¿no estará muerto de risa?
                ¡Yo no estoy muerto de risa,
                porque estaba tiritando,
                de ver tu cara bonita,
                y ahora estoy casi delirando!
               
                Porque tus ojos me dicen
                que tu corazón es bueno,
                y quiero tenerte a mi lado
                porque tu serás mi cielo,
                pues si tu no me aceptaras,
                yo no encontraría consuelo.


Trotamundos