martes, 8 de abril de 2014

El abuelo




Manuel salió con las primeras luces de la mañana. Con paso rápido se dirigió hasta donde tenía aparcado el coche.  La noche anterior recibió la llamada telefónica de Manuela en la que le comunicaba que el estado de salud del abuelo había empeorado. Después de colgar el auricular el hombre se dirigió al salón donde se encontraba la familia y les informó de lo que le había contado el ama, también le dijo que al día siguiente emprendería viaje  para ver el estado en que se encontraba el abuelo.

Al llegar al vehículo abrió la puerta, tomó asiento y  emprendió el viaje. Durante el camino su mente se llenó con los  recuerdos de los momentos vividos con el anciano. Recordó  también los veranos que había pasado en la finca y la forma sencilla con la que el abuelo le enseñó cómo se llevaban a cabo las labores del campo que rodeaban la casona. Recordó  los días de primavera en que el abuelo y él montados en la bicicleta recorrían los caminos  hasta las tierras donde crecían los trigales  y una vez allí se paraban a contemplar la siembra que se mecía y bailaba con el viento, creando la imagen de olas verdes de un mar en calma que invitaba a sumergirse en ellas. Después de un tiempo emprendían el regreso a casa. Durante el camino el abuelo le explicaba el lenguaje secreto de las nubes en el cielo, de las plantas del camino, de los trinos de pájaros, en definitiva, el lenguaje de la naturaleza.

El coche seguía su marcha hasta que llegó al cruce que tenía que tomar para llegar a la granja. Tomó el desvío  y se encaminó por la estrecha carretera sombreada por los árboles que la circundaban hasta  la casa del abuelo.

Manuel iba pensando en lo que le iba a decir al abuelo de su presencia  en la casona. También debía pensar en la respuesta que debía dar a las preguntas que le haría el hombre, sabía que éste no se dejaría engañar, por lo tanto había que buscar un motivo que no levantara sospecha y tras unos minutos de cavilaciones le vino la idea. Le diría al abuelo que la primavera había llegado de nuevo, que las siembras verdeaban en los campos, que los trinos de los pájaros llenaban los aires del campo y él estaba allí para llevarle como cuando era niño a ver el lenguaje de la naturaleza, eso sí, ahora no irían montados en bicicleta sino en coche.

Al caer la tarde el coche llegó hasta la casona, su ocupante salió del vehículo y se encaminó a la entrada, una vez allí llamó a la puerta.


I R I S

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