Cuando tú llamaste
gravitaba yo sumida
en el sueño de la inocencia.
Intrigada abrí mi ventana.
Allí estabas tú frente a mí,
sonriente con tus manos
tendidas hacia mí,
al tiempo que una fuerza extraña
me empujaba hacia ti,
Tú tomaste mis manos
para guiar mis pasos,
y me tranquilizabas diciéndome:
No te asustes, no estás sola,
yo estoy contigo.
Juntas reímos y lloramos,
juntas nos hicimos fuertes
para vivir el día a día.
Al llegar la noche,
dormida en mi cama,
tú velas mis
sueños,
y al llegar la mañana
me despiertas para vivir el nuevo día.
Así van pasando los días,
los meses y los años.
Llegará un día,
quién sabe cuando,
llamaras a mi puerta
y me dirás adiós.
Entonces cerrare mis ventanas
y me entregaré al mundo de los sueños.
IRIS
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