martes, 27 de mayo de 2014

Vivencias




En un café de la gran ciudad quedé con una amiga  a merendar. Tenía tantas cosas que contarla, que apresuré el ritmo de mi andada.

Allí estaba impaciente. Ya  por teléfono la adelanté algo de mis años pasados. Ella vivía antes que yo en la ciudad.  Después  de los saludos, impaciente me preguntó: ¿Bueno cómo te va por aquí? ¿Encontraste casa? ¿Cómo vives?

Mira, al final tuve que dejar el pueblo. El trabajo empezó a disminuir, busqué nuevas posibilidades y a casa no llegaban ofertas, y te puedo asegurar que busqué  hasta la saciedad. Yo también fui víctima de malos tiempos. Tenía algunos contactos por aquí, un pariente lejano que, aunque no me gusta, tuve que recurrir a él. Enseguida me hizo una llamada telefónica y me dijo: si quieres trabajar vente, igual puedo hacer algo, no es para tu profesión, pero bueno luego puedes cambiar. No lo pensé, le dije en ese momento que me interesaba y ahí empezó mi periplo.

Desmontar una casa y ordenar los recuerdos me llevó poco tiempo.  No quería que ellos me retuvieran, tenía que ser valiente y empezar otra ruta en  mi vida.

En unos días preparé mis cosas y, como todo emigrante que busca lo desconocido, emprendí mi viaje. No llegué en  PATERA a la ciudad, llegue  en un minibús,  y ahí me ves con toda mi mercancía bajando a mi nueva casa.

Que impresión al llegar aquí, las calles tan anchas, los tranvías, tanta gente en las aceras. La primera  noche no dormí  pensando lo que había dejado atrás en tan poco tiempo. Con nuevas ilusiones empecé a familiarizarme con el barrio y con el nuevo ritmo que tenía por delante.

El contacto que tenía aquí  me facilitó trabajo enseguida y todo  empezó a funcionar. Trabajé en un taller de costura, y toda mi energía se puso  en positivo. Tenía buenas compañeras y  mucho trabajo,  eso me ayudó a seguir adelante.

Me acostumbré  a ir en  metro al trabajo y en el trayecto me daba tiempo a leer. Esas costumbres no las perdería de ninguna manera, intentaría  mantener mis actividades cotidianas.

Laura, estoy muy contenta después de todo lo pasado. La ciudad me acogió muy bien, contenta  con  mi trabajo, y  la aportación económica que tuve en esos tiempos al llegar aquí. Otra vez me arriesgué y hoy tengo mi propio taller de costura en la calle Maravillas, y una tienda pequeña. Ahí tengo metidos todos mis sueños.

Muchas veces pienso: ¿Qué habría pasado si hubiera dicho que no a mi contacto  cuando me llamó diciendo que tenía posibilidades de trabajo? Las decisiones Laura, a veces hay que tomarlas sin miedo. Y yo estaba deseosa de emprender nuevos horizontes

Bueno el café se quedó frío, ¿pedimos otro? Qué alegría vernos de nuevo Laura.


                                                                                                              VIRPANA

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