En
un café de la gran ciudad quedé con una amiga 
a merendar. Tenía tantas cosas que contarla, que apresuré el ritmo de mi
andada.
Allí
estaba impaciente. Ya  por teléfono la
adelanté algo de mis años pasados. Ella vivía antes que yo en la ciudad.  Después  de los saludos, impaciente me preguntó: ¿Bueno
cómo te va por aquí? ¿Encontraste casa? ¿Cómo vives?
Mira,
al final tuve que dejar el pueblo. El trabajo empezó a disminuir, busqué nuevas
posibilidades y a casa no llegaban ofertas, y te puedo asegurar que busqué  hasta la saciedad. Yo también fui víctima de
malos tiempos. Tenía algunos contactos por aquí, un pariente lejano que, aunque
no me gusta, tuve que recurrir a él. Enseguida me hizo una llamada telefónica y
me dijo: si quieres trabajar vente, igual puedo hacer algo, no es para tu
profesión, pero bueno luego puedes cambiar. No lo pensé, le dije en ese momento
que me interesaba y ahí empezó mi periplo.
Desmontar
una casa y ordenar los recuerdos me llevó poco tiempo.  No quería que ellos me retuvieran, tenía que
ser valiente y empezar otra ruta en  mi
vida.
En
unos días preparé mis cosas y, como todo emigrante que busca lo desconocido,
emprendí mi viaje. No llegué en  PATERA a
la ciudad, llegue  en un minibús,  y ahí me ves con toda mi mercancía bajando a
mi nueva casa.
Que
impresión al llegar aquí, las calles tan anchas, los tranvías, tanta gente en
las aceras. La primera  noche no dormí  pensando lo que había dejado atrás en tan
poco tiempo. Con nuevas ilusiones empecé a familiarizarme con el barrio y con
el nuevo ritmo que tenía por delante. 
El
contacto que tenía aquí  me facilitó
trabajo enseguida y todo  empezó a
funcionar. Trabajé en un taller de costura, y toda mi energía se puso  en positivo. Tenía buenas compañeras y  mucho trabajo,  eso me ayudó a seguir adelante.
Me
acostumbré  a ir en  metro al trabajo y en el trayecto me daba
tiempo a leer. Esas costumbres no las perdería de ninguna manera,
intentaría  mantener mis actividades
cotidianas.
Laura,
estoy muy contenta después de todo lo pasado. La ciudad me acogió muy bien,
contenta  con  mi trabajo, y  la aportación económica que tuve en esos
tiempos al llegar aquí. Otra vez me arriesgué y hoy tengo mi propio taller de
costura en la calle Maravillas, y una tienda pequeña. Ahí tengo metidos todos mis sueños.
Muchas
veces pienso: ¿Qué habría pasado si
hubiera dicho que no a mi contacto 
cuando me llamó diciendo que tenía posibilidades de trabajo? Las
decisiones Laura, a veces hay que tomarlas sin miedo. Y yo estaba deseosa de
emprender nuevos horizontes 
Bueno
el café se quedó frío, ¿pedimos otro? Qué alegría vernos de nuevo Laura.
                                                                                                              VIRPANA


