Todos nacemos iguales, seres
humanos. Todos formamos parte de esa especie terrícola. Crecemos, nos
multiplicamos, vivimos y morimos. Hasta ahí, la naturaleza nos iguala. Luego,
el propio ser humano ha logrado catalogarnos distintos, dependiendo en lo
físico de cromosomas, ADN, genes, deficiencias, minusvalías. En lo psíquico
también nos tienen catalogados por nuestras capacidades mentales, psicomotrices,
impulsos nerviosos… Por crear
catalogaciones, no han omitido ninguna, raza, color, sexo, condición, religión,
ideología, estudios, aptitudes, actitudes y un sinfín más.
El ser humano posee el poder de
razonamiento, que le hace analizar, reflexionar, estudiar y decidir ante una
coyuntura y, ahí también nos diferenciamos. Ante un mismo problema, dependiendo
de sus creencias, genética, expectativas y, muy especialmente, el sentimiento
del propio ego, se decantará por una u otra alternativa.
La experiencia del propio ser
humano, durante los años, siglos o milenios que lleva habitando en la Tierra , ha ido creando una
serie de normas, leyes, costumbres o tradiciones para la mejor convivencia de
unos con otros. La evolución de la especie, el estudio, explotación y
administración de los recursos que la Naturaleza pone a nuestra disposición, ha hecho
que se establezcan reglas para no agotar estos recursos. La capacidad de
razonamiento de la especie es la que debe regular la forma de cohabitar con la Naturaleza para una
infinita existencia de ambas.
El avance de las tecnologías y la
capacidad de investigación de la especie, nos han llevado a conocer quienes
somos, de donde venimos y hacia donde suponemos que queremos ir, nuestra
composición química, el sistema
regenerativo celular que mantendrá nuestra existencia, los fármacos,
operaciones, trasplantes y auto trasplantes, reconstrucciones parciales de
órganos, etc.
El ser humano también ha
desarrollado el estudio y promulgación de normas morales. Dependiendo de la
latitud o longitud donde está ubicado cada ser humano, un mismo acto se puede
calificar de moral o inmoral, según esté ajustado a las normas de cada pequeña
comunidad de la Tierra.
También el ser humano ha
descubierto que nuestros actos, aparte de por genética, razonamientos y
aprendidos, también se realizan por ese sentimiento íntimo que hemos denominado
“conciencia”. ¿Se aprende? ¿Se desarrolla sólo? ¿Se forma por un cúmulo de
experiencias de vida? ¿Puede chocar alguna vez con la razón?
La conciencia suele estar reñida
con nuestro ego. ¿Por qué? Porque contempla, además de a nosotros mismos, el
efecto que puede producir en los demás, benéfico o nocivo. El ser humano
todavía no ha sido capaz de descomponer los elementos que componen este
sentimiento, para aislar la parte nociva del mismo, o llenar las lagunas que
nos hacen tomar la opción egocéntrica.
Se suele decir que se duerme bien,
porque tienes la conciencia tranquila. El ser humano también ha desarrollado la
capacidad de engañar a su propia conciencia o, simplemente la ha encerrado en
lo más recóndito de su alma, donde no pueda rebatir la conducta humana.
Espero que todos los seres humanos
dejen de pensar que la humanidad es rara, y se den cuenta de la insignificancia
que representan frente a la totalidad y que “un grano no hace granero, pero
ayuda al compañero”.
Rabo de lagartija
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